Les dejo algunas frases del libro Siddharta de Herman Hesse:
No me pertenece juzgar la vida de los demás. Solo la mía, yo solo he de elegir, yo solo he de rehusar.
Quería vencer y librarme del Yo. Pero no podía vencerlo, sino engañarlo, no podía huir de él, sino solamente ocultarme ante él. ¡En verdad que nada ha ocupado tanto mi pensamiento como este mi Yo, este enigma de mi vivir, de que yo sea uno, separado y diferenciado de todos los demás, de que sea Siddharta! ¡Y de ninguna cosa en el mundo sé menos que de mi mismo, de Siddharta!
Pero ahora sus ojos liberados se detenían de esta parte de acá, veía y conocía lo visible, buscaba una patria en este mundo, no buscaba el ser, no apuntaba a ningún más allá.
No, tampoco este mundo del pensamiento estaba de este lado ni conducía a ninguna parte si se mataba el Yo accidental del pensamiento y del saber. Tanto los pensamientos como los sentidos eran cosas hermosas; tras ellas estaba oculto el último significado; importaba escuchar a las dos, jugar con las dos, ni despreciarlas a ambas ni sobreestimarlas: escuchar las voces secretas de su interior.
De cuando en cuando sentía en el fondo del pecho una voz apagada, mortecina, que amonestaba quedamente, que se quejaba débilmente, tanto que apenas la entendía. Después se daba cuenta por un momento de que llevaba una vida extraña, que hacía cosas pomposas, que no eran más que un juego, que estaba demasiado alegre y a veces sentía paz, pero que la propia vida se deslizaba sin embargo a su lado y no le rozaba. Y a veces se sobrecogía ante estos pensamientos y deseaba que le fuera concedido a él también el poder compartir la infantil actividad del día con pasión y con el corazón, vivir de verdad, trabajar de verdad, gozar y vivir de verdad, en lugar de estar allí sólo como un simple espectador.
La mayoría de los hombres, Kamala, son como hojas que caen del árbol, revolotean en el aire, vacilan y caen al suelo. Pero otros, unos pocos, son como estrellas que recorren un camino fijo, no les alcanza el viento y llevan en sí su propia ley y su propio rumbo.
Sólo se daba cuenta de que aquella clara y segura voz de su interior, que antes estaba despierta en él y siempre le había guiado en sus tiempos esplendorosos, ahora estaba muda
¡Cuánto tiempo hacía que no oía esta voz, cuánto tiempo que no alcanzaba una cima, qué llano y yermo su camino, cuán largos años sin un fin elevado, sin sed, sin exaltación, contentándose con pequeños placeres, y, sin embargo, siempre insatisfecho! Esta comedia se llamaba Sansara, un juego de niños, un juego encantador para ser jugado una vez, dos, diez veces. Pero ¿toda una vida?
¡Así estaba, tan perdido, tan confuso y abandonado de todo conocimiento, que había podido salir en busca de la muerte y había dejado alentar dentro de sí este deseo, este deseo infantil: encontrar la paz anulando su cuerpo!
Siddharta había cambiado, sin embargo, estaba renovado, notablemente despierto, gozoso y lleno de curiosidad
Recuerda, querido: pasajero es el mundo de las formas, pasajero, muy pasajeros, son nuestros vestidos y lo que cubre nuestros cabellos, y hasta nuestros cabellos y cuerpo mismos.
En esto precisamente consistía el encanto operado en él por el sueño y el Om, en que todo lo amaba, en que sentía un alegre amor por todo lo que veía. Y precisamente por esto ahora le parecía que si antes había estado tan enfermo era porque no había podido amar a nada ni a nadie
¡Después de tantos años de insensatez has vuelto a tener un arranque genial, has hecho algo, has oído cantar en tu pecho al pájaro y le has seguido!
Que el placer mundano y la riqueza no son cosa buena, ya lo aprendí de niño. Hace tiempo que lo sabía, pero hasta ahora no lo había comprendido.
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